A Andrea la conocí hará unos años, e inmediatamente me sentí
identificada. Porque, básicamente, era como yo. Una amante de las causas
perdidas.
Y eso, chicos, es toda una profesión. Porque toda situación
que nos parece medianamente complicada, la transformamos en nuestra cruzada
personal. Y eso es un trabajo de tiempo completo. Cuando era chica solía
pasarme la vida buscando al chico dificil, que no me daba bola, porque prefería
darle bola a su neurosis. E intentar redimirlo. La mayoría de las veces lo
hice, las menos me arruine un poco más la psiquis.
Cuando crecí, me puse de novia, y creí que tenía la clave de
todo. Ellos no eran la causa perdida, yo lo era, y me había encontrado. Que
ingenua. Me llevo tres años darme cuenta que la causa perdida era la relación
en sí. Y que si quería conservar la poca cordura que me quedaba, debía dejarme
de joder con esa patología. Porque para mi TIENE que ser una patología.
Ahí entra Andrea. “Yo estoy bien” Eso le digo a mi familia
y a mis amigos. Y si ellos se lo creen, yo también. Por eso, la gente suele
pensar que algo aprendí de todo esto y reciben mis consejos como si yo supiera
algo de relaciones. Es por eso que te digo, querida Andrea, te estas metiendo
en una causa perdida. Y la figurita dificil, nunca es la que termina llenando
el albúm.
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