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miércoles, 27 de mayo de 2015

Obstinados.com

Terca, necia, cabeza dura, persistente, perseverante, insistente, obstinada... son muchas de las maneras que han descrito un mismo aspecto de mi personalidad. Tal vez uno de los que más me condiciona. Porque yo puedo ser simpática, pero tengo mi mal humor, puedo ser relativamente inteligente pero me equivoco, puedo ser impulsiva pero de vez en cuando alguna reflexión se me cae. Sin embargo, siempre soy terca.

Soy de ese grupo de enfermitos mentales que creen que no están vencidos ni aun vencidos. Que siempre pueden dar una vuelta de tuerca, que siempre hay manera de arreglar algo.

No soportamos renunciar a una causa porque son nuestras cruzadas personales. Y para un obstinadito eso lo es todo. No importa de que estemos hablando, un trabajo, una carrera, una relación, un amigo o un reto. Para nosotros todo es personal, todo es un objetivo a conseguir y nos deliramos en nuestro afán de ganar.

Si algo se nos mete en la cabeza no dormimos hasta que lo tenemos, no comemos, no pensamos en otra cosa. Nos monotematizamos, pasamos a ser zombies autómatas que sólo piensan en comer cerebro y aburrimos al resto de los mortales que no puede entender como algo pueda quemarte tanto la cabeza. Jamás aceptamos una derrota, y todo lo transformamos en una competencia con nosotros mismos.

Cuando era chica mis amigas se agarraban la cabeza cada vez que decía que me gustaba un chico, porque a falta de un amor de película yo tenía muchos de novela tipo "María la del barrio". Y ellas, eran plenamente conscientes de que una vez que algo se me ponía entre ceja y ceja podía estrellarme la carita mil veces contra la pared pero lo iba a conseguir. O perecer en el intento.

Así que si alguna vez se encuentran con alguien como yo, sólo les puedo dar un consejo: con un obstinado no se ganan las batalla a la fuerza, sino convenciéndolo que eso que tanto creían querer, no valía tanto la pena.

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