Lobito es un perro callejero. Pero es callejero por elección. Hace
años que buscamos que se adapte a nuestra casa, pero no puede con
su genio. Porque no importa lo mucho que lo intentemos, no es mío,
ni de mi mamá, ni de mi hermano, ni de la vecina de en frente.
Lobito es de él y de nadie más. Es un perro de la vieja escuela,
reo, independiente y fanfarrón.
Dormía en una casa cruzando la calle, pero hace unos cinco años
decidió que quería venir a visitarnos. Es mal arriado, y no es en
absoluto lindo. Pero es endemoniadamente inteligente y se compró a
todos. Incluso a mis gatos, incluso a mi gata, que se lleva mal con
todo ser vivo que no sea humano.
Hoy en día Lobito es parte de la casa, pero no es nuestro. Él tiene
sus horarios, sus costumbres y sus amigos humanos a los que debe ir
a visitar, porque siempre alguno piensa en él y le separa un hueso.
Todas las noches hace su recorrida habitual, sabe que después de
cenar tiene que ir ladrando por el barrio y le sacan su comida. Tipo
una de la mañana vuelve, y ladra en la puerta hasta que alguno de
nosotros se digna a salir de la cama y abrirle.
Lo mismo hace con la lluvia; uno siempre sabe que va a llover,
porque cinco minutos antes Lobito ladra desde el otro lado de la reja. Si está el
auto, deduce que hay alguien y espera abajo de la lluvia hasta que
alguien lo escuche.
La tiene muy clara, en muchas cosas. Hace unos años evito que me
robaran en la puerta de mi casa, un
chico venía acorralándome con una moto. Lo vi, lo llamé, y se puso
entre medio. No hubo manera de que dejara de mostrar los
dientes hasta que los dos estuvimos a salvo adentro.
A Lobito también le dicen Juancito, durante años respondió a ambos
nombres por igual. Ahora ya no importa, se fue quedando sordo. Pero el
guacho lo disimuló muy bien, a lo Beethoven, por mucho tiempo. Tampoco
ve prácticamente, producto de las cataratas y de ser casi un anciano.
Pero conoce cada recoveco del barrio y a cada vecino. Además tiene su
propia técnica para disimularlo, finge saber quien sos mientras se
acerca a olerte. Se ve que no acepta bien la vejez.
Lobito era el lobo alfa del barrio, ahora acepta con desgano que ya
no puede ocupar ese lugar. Rezonga a menudo, yo creo que piensa que
nadie puede llenar sus zapatos. Estoy de acuerdo. Cada vez mira la
vida un poco más detrás de las rejas, porque se cansa mucho y sabe que
es peligroso. Ya no sale casi de noche, y esquiva la lluvia lo máximo
que puede.
Ayer salió a pasear un rato, y uno de esos perros nuevos que no saben de
códigos ni escucharon hablar de las hazañas de Lobi, lo atacó. Resultó
que el perro en cuestión era un rottweiler, que le dio una paliza y que
el dueño no se hizo cargo. En ningún aspecto. No se acercó a ver como
estaba, no ofreció llevarlo al veterinario, ni pagar el tratamiento.
Mucho menos vino a preguntar por él. En tres lugares distintos hubo que
coserlo.
Pero quedense tranquilos, al final Lobi volvió caminando a casa,
como siempre, demostrando que los años le pesan pero no lo tiran.
el amor animal, magia pura :)
ResponderEliminarSon hermosos, me alegro que te gusté. De vez en cuando hay que mimarlos.
EliminarMe gusta cuando la gente quiere a los perros tanto como yo y también me gusta leerte. Genia :)
ResponderEliminarGracias, me alegra saber que a gente tan linda como vos le gusta lo que escribo. Abrazos!
EliminarBIEN POR LOBITO Y POR USTEDES ...SE ME PIANTÓ UN LAGRIMÓN <3 <3
ResponderEliminarMe alegro que te guste tía. Un abrazo grande!
EliminarSimplemente genial.
ResponderEliminarNo solo la historia, sino la manera de transmitirla, hacia mucho no te leia y esto me fascino.
Mauro.
Genio!
ResponderEliminarQue lindo que te pases por aquí!
El otro día leía el viejo blog y vi tus firmas, gracias por bancarme desde es época! Jaja!