- Engañé a Carla-
Mire a Tomás sin poder creerlo, no el engaño, sino la falta
de oportunidad. Ni siquiera me había dejado sentar antes de tirarme esa bomba.
Es más, todavía tenía puesta la campera.
- Debería irme ahora que todavía estoy a tiempo ¿No?- le
pregunté.
- Imposible, ya te pedí una cerveza- suspiré y me senté en la
mesa.
- Espero que la traigan pronto. Bueno, ¿Qué pasó?-
Carla y Tomás están de novios hace un tiempo considerable.
Son de esas parejas sólidas que todos creemos que van a estar unidas incluso si
viniera una apocalipsis zombie. Ese tipo de amor compañero, divertido, sano. Si
de alguien no me imaginaba esa confesión era de él. En serio, es mi único amigo
que la novia no me odia, debería cuidarla un poco más!
- No sé… venía flashando con una compañera de facultad,
Melisa, la rubia que te conté ¿Te acordás?- asentí mientras intentaba recordar
el usuario de Instragam de la susodicha, porque ahora ya no tenemos nombres y
apellidos, tenemos usuarios de Insta y de Snapchats- Bueno, se dio que
teníamos que hacer tiempo y fuimos a tomar un café…
La situación fue la que todos hubiésemos esperado. Él
presumió de sus conocimientos en política, ella le hizo ojitos y lo hizo reír,
él le robo un beso, ella se dejó robar. B., o sea yo, revoleó los ojos.
- ¿En serio? ¿Engañaste a Carla con alguien que considera
Piratas del Caribe una de las tres mejores películas de la historia?-
- Si, ¿Y sabés que fue lo peor de todo?- levanté los hombros
en señal de desconocimiento y dejé que siguiera hablando- que cinco minutos
después de darle un beso, empecé a sentir rechazo por ella. Pero un rechazo
terrible, como si ella fuese el anticristo-
- Y… en tu mente puede que lo sea, pusiste en riesgo todo por
ella ¿Valió la pena?-
No me tuvo que contestar, lo miré a los ojos y supe que no
sólo no había valido la pena sino que además se arrepentía terriblemente. Lo
conozco desde hace muchísimos años, y aunque sé que en líneas generales puede
tener una moral algo laxa, no es desleal. Cada uno es libre de tener la clase
de amor que quiere, de conformarse con un amor más mundano o pasarse la vida
buscando una historia de película. No somos quienes para juzgar. Pero sé que
Tomás adora con pasión a su novia, y sé que la mente a veces puede
traicionarnos.
Los años, la rutina, la seguridad, generalmente nos juegan
en contra. Terminan normalizando incluso las relaciones más excepcionales. Y
aunque la deslealtad nunca está justificada, sé que para él representó recordar
todo lo que ella significaba en su vida. Como si la sola posibilidad de
perderla, quitara uno a uno todos los velos que durante esos años de
tranquilidad se había ido poniendo. Como si la cotidianidad hubiese opacado
por un segundo, lo importante que era su relación y lo feliz que lo hacía.
Las relaciones conflictivas suelen ser mucho más pasionales,
porque entre los picos de felicidad y de angustia nunca puede echar raíces la
rutina. Pero es en las relaciones basadas en el compañerismo, el amor, el
cuidado y el respeto, donde uno puede construir una vida.
Tomás se fue sabiendo que esa noche iba a llegar a su casa y
amar a Carla como hace meses no hacía. Porque de repente, y mediante un error,
había redescubierto que aunque podía, no quería imaginarse una vida sin ella. Y
si en eso no se basa el amor, chicos, no sé
en qué lo sea.
¿Ustedes qué opinan? ¿Se puede aprender de los errores?
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