Frases como: “Me encantaría que si
no quiere salir más me lo diga” o “¿Qué le cuesta contestar un
msj y decirme que no quiere saber nada conmigo?” pasaron a ser cada
vez más comunes en mi vida. Amigos, compañeros de trabajo o de
facultad, mujeres u hombres, todos llegamos a una misma conclusión:
cada vez son menos personas las que son sinceras con sus
sentimientos.
Andrea el otro día me contaba que
después de salir casi dos meses con un chico, este le había dejado
de hablar de la nada. De repente había pasado de recibir mensajes
todos los días a no saber más nada de su existencia. Su primera
reacción fue, obviamente, escribirle ella. Pasó una hora, dos y no
le contestó, tres, cuatro...
-Todavía no me clavo el visto- me
escribió por Whatsapp- ¿Puede ser qué no haya mirado el celular en
todo este tiempo?-
-No sé, yo hay veces que no lo uso- le
contesté, porque ante todo, las amigas ya tenemos un speech de
respuestas automáticas aprendidas a lo largo de los años.
-Hace 5 minutos subió una foto al
Instagram, o sea que lo tiene el celular, o sea que lo vio, o sea que
hace lo mismo que vos: ¡Me deja en espera!- Mi primer pensamiento fue
preguntarle cuándo se había dado cuenta de que la solía ignorar, pero
consciente de que ese no era el punto de la ecuación, intenté
enfocarme.
Y pensé: ¿Qué contestarle? ¿Por qué
el hijo de su madre es tan egoísta que no le dice él que ya no
quiere saber más nada? En serio... Yo lidio con mis propias cosas,
casi que no jodo a nadie, un poco a mis gatas tal vez, no mucho más.
No quiero también ser la encargada de romper con mis amigas por
terceros. Pero tampoco puedo ser tan mala mina de fomentar esperanzas
donde claramente no las hay.
Pensé en la película Simplemente no te Quiere, donde la protagonista siempre intenta buscar una lógica absurda que justifique el comportamiento del chico que le gusta.
Cuando hay una sola verdad, si te quiere se nota, si te quiere ver se
nota, si le importa cómo estas se nota, y si lo que notas es que es
un idiota es porque probablemente lo sea. Abramos los ojos.
Dejemos de excusar a la gente por su falta de interés. Hace diez años decíamos que no te contestaba porque no tenía crédito, porque los msjs de texto a veces eran traicioneros, o porque el cartero había perdido la postal (bueno, tal vez esto sea un poco más antiguo). Y ahora, lo justificamos dudando de la eficacia de Whatsapp, cuando en el fondo sabemos que jamás se perdió nada en el camino con esta dichosa aplicación!
Nos acostumbramos tanto a esta clase de
desplantes, que cuando el otro día una de mis amigas me contó que
el chico le mando un mensaje explicándole porque
lo de ellos no estaba funcionando, casi me muero de un síncope. En
serio. Nada de bloquearla, nada de borrarla de todos lados, nada de
ignorarla en todas las redes sociales. Simple sinceridad. Lo loco es
que ella me lo contó sonriendo, porque coincidía y porque cuando
uno cierra las historias, puede dar vuelta la página en paz.
Lo que mata al gato es la curiosidad,
no el rechazo.
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